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Un buen logotipo ha de funcionar como el rostro de una persona que confía en si misma: le ha de acompañar durante toda su vida, siendo reflejo de quien es, y significándola ante el mundo. Por eso como diseñador tengo muy poco en cuenta los gustos del cliente, mis gustos creativos y las tendencias del momento. Porque tener demasiado en cuenta estos aspectos sería hipotecar el diseño y hacerlo tan perecedero como esas tendencias y esos gustos.
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